miércoles, 22 de diciembre de 2010

Internet ya es una plataforma tan integrada a la praxis cotidiana que ni siquiera debería cometerse el error hagiográfico de nombrarla con mayúscula. La brecha es entre quienes no ignoran que lo real también es lo virtual y quienes todavía imaginan que internet es una especie de juguete pasatista e ingenuo, como un yo-yo. Escribo en diciembre de 2010: el cúmulo de acciones y discursos que definen prácticamente cada ser-en-el-mundo tiene un correlato dinámico “en y con” la web. Diciembre de 2010. Casi dos décadas ininterrumpidas de desarrollo y expansión de todo aquello polimorfo y abrasivo que podríamos llamar internet. Escribo atravesado por una época en la que existen matrimonios que se conocieron por internet y enemigos que se conocieron por internet. Yo mismo he participado de libros convocados, escritos y corregidos a través de internet. Se gestan grupos sociales, intelectuales, de trabajo y de boludeo –también de boludeo– en internet. Escribo en una época de “nativos digitales”. De sujetos –no necesariamente jóvenes– que reescriben los códigos de su educación sentimental, cultural y política surfeando el paradigma digital. Escribo en una época en la que “alienado” es una categoría clínica que describe con exactitud a quien todavía se considera extranjero en la web.

Militancia @ en Contraeditorial