miércoles, 22 de diciembre de 2010

Esto le gustaría a Enrique Vila-Matas y a sus máquinas de escritura portátiles: Wikileaks revela al sistema de espionaje americano bajo la forma de una enorme máquina de producir textos. Pero no textos analíticos –tal vez hoy los aparatos de inteligencia globales le deban más al imaginario de lo infranqueable y contundente instalado desde el cine de Hollywood que a sí mismos– sino textos producidos alrededor de percepciones frívolas y triviales. “Chismes y rumores”, como dijo Hillary Clinton. Más escritos sobre cuerpos –a la manera de Kafka– que sobre proyectos estratégicos.

Pero una máquina infinita –y portátil a través de todos los edificios diplomáticos del mundo– de producir textos implica por lógica interrogarse acerca de los modos en que esos textos son escritos y leídos. ¿Cuál es el criterio de «valor» a la hora de escribir estos textos? ¿A qué «competencias de lectura» apelan estos textos?

Wikileaks a contrapelo