jueves, 26 de mayo de 2011

Un interno deambula tranquilo por la entrada del Pabellón Central del Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda. Pide prestado un cigarrillo, sale hasta el frente del edificio y se sienta en el suelo a disfrutar del sol. Hace treinta y tres días (y contando) que el hospital con 720 pacientes está sin gas y el calor pasó a convertirse en un bien escaso. «En las reuniones grupales el tema surge cada vez más. No es fácil para un paciente psiquiátrico tratar con cambios drásticos en su medio. En circunstancias normales, suele ser muy difícil para algunos la cuestión de bañarse. Ahora que el agua es fría, la situación es mucho peor», cuenta Hernán Scorofitz, uno de los psicólogos concurrentes que atiende en el Borda.

El frío de la locura