martes, 5 de abril de 2011

Placebo, sin embargo, es menos un artefacto de ensayo formal que la exploración descriptiva de una angustia. Sobre la crisis de madurez de Becerra en la mitad de la vida, un hombre cuya “razón se ve a cada momento más empañada” mientras “una suerte de susceptibilidad extrema lo está atrapando lentamente”, resuena menos el eco vanguardista de Joyce que el de esos mismos escritores decimonónicos rusos que su madre –encerrada en un geriátrico– admira por haber pasado a la historia como los mejores investigadores del abismo de la tristeza.

El hondo dolor de lo inevitable