lunes, 4 de julio de 2011

“Un #freelancer es alguien que circula por los enormes territorios de precarización y tercerización que hay alrededor de las empresas periodísticas tradicionales”, reflexiona Mavrakis. Otra vez, aparece acá la práctica periodística como una profesión precarizada, tanto en lo formal como en lo simbólico. Pero en la tesis de Mavrakis parece habitar una esperanza: en ese barro turro del trabajo mal pago, de una profesión sedimentada sobre la violación de todas sus reglas, parece armarse un germen posible de su transformación. “La llegada de nuevas audiencias capaces de customizar su propia demanda informativa provocó un nuevo mundo de ofertas, del que las prácticas y los roles anteriores -como el del “periodista” mismo- quedaron irreparablemente descolocados. Los usuarios de redes sociales, algunos bloggers, incluso quienes informan desde su propia experiencia con los hechos están practicando “periodismo”. Por eso el concepto del “periodista” como agente único y privilegiado capaz de mediar bajo sus propias formas y métodos una información específica entre un público “pasivo” y un mundo que siempre se presupone “inaccesible” para el resto, no es sino una de esas fantasías residuales y casi decimonónicas del #findelperiodismo. En ese sentido, un #freelancer es también alguien que, en un contexto tecnológico en el que los usos y las costumbres tradicionales ligados a la producción de información se licúan simbólicamente cada día más rápido, recorre con mayores posibilidades de autonomía e improvisación los intersticios de lo nuevo. Un #freelancer tiene que crear sus propios contenidos y adquirir sus propias destrezas para ubicarlos donde le resulte más útil a ambos”.

El ocaso de un héroe