jueves, 18 de agosto de 2011

Jonathan Lethem, Lorrie Moore, Junot Díaz, Michael Chabon, Nicole Krauss, Jonathan Franzen. Un nuevo mapa de escritores y escritoras norteamericanos comienza de a poco a renovar el abanico de una narrativa que siempre supo medir desde perspectivas propias el calor de su época y del mundo. De esa tradición que, tan sólo durante el siglo XX, provocó novelistas como Ernest Hemingway, William Faulkner o John Steinbeck, y que también encontró en la invención de géneros tan disímiles y personales como el policial negro (Dashiell Hammet, Raymond Chandler) o el non fiction (Truman Capote, Norman Mailer, Tom Wolfe) formas para retratar las derivas más inesperadas del “sueño americano”, aún hay voces vigentes.

El veterano californiano James Ellroy –autor de L. A. Confidencial o La Dalia Negra, con sus respectivas películas– es casi el último fabricante de aquellos universos tan desolados por la corrupción institucionalizada que parecen pedir su propia demolición, mientras que voces como la de David Foster Wallace (1962-2008) llevan hacia géneros como el ensayo (Hablemos de langostas) mucho del color y la rareza que parecía patrimonio exclusivo de la escuela del “periodismo narrativo”.

¿Pero qué es hoy “lo nuevo” en una literatura tan amplia como para cubrir en un radio de apenas 60 años nombres poderosos como Thomas Pynchon, Raymond Carver, William Burroughs, Carson McCullers, J. D. Salinger o Charles Bukowski, entre tantos más?

En principio, la mejor tradición “subversiva” del arte norteamericano –si por “subversiva” entendemos aquella lectura a contrapelo del ideario de los “padres fundadores”– todavía encuentra formas de trazar contradicciones sociales y culturales lúcidas.

Un nuevo mapa de autores