jueves, 21 de abril de 2011

No es un detalle que, junto a Martin Amis o Hanif Kureishi, McEwan sea una de esas estrellas del circuito literario inglés capaces de permitirse textos como quien satisface algún capricho exótico (o innecesario). En ese sentido, Solar podría leerse en la misma línea de lo que Submarino Amarillo fue para Los Beatles: una excentricidad posible para quien todo está admitido (como cualquier estrella pop, McEwan promocionó su novela fotografiándose entre libros y champagne con un cerdo bautizado Solar).

Solar

#findelperiodismo

Crisis (Número 4, Abril-Junio 2011)
Más allá de esta nueva fecha del FLISoL, la propuesta es que, ya sea acercándose a estos grupos de difusión en persona o a distancia, cada vez más usuarios puedan familiarizarse con el software libre en tanto “contrapoder y contracultura” frente a la lógica habitual de consumir y desarrollar programas de computación. Para eso, sitios como o , entre muchísimos otros, ofrecen desde la Web un rico abanico de perspectivas ante una gran variedad de preguntas recurrentes. La curiosidad puede saciarse apenas a un click de distancia, y hacerlo vale la pena: incluso la tecnología más cotidiana impone sus cadenas, y el primer paso para aprender a cortarlas es conocerlas.

FLISoL 2011

martes, 12 de abril de 2011


Al otro lado de la melancolía, el humor de David Lodge. La Argentina tiene una aparición fugaz en su última novela, La vida en sordina (2007). Es el 7 de julio de 2005 en Londres, cuando un ataque terrorista paraliza el sistema de transporte público. "No había pánico en las calles, sino el estado de ánimo estoico y flemático de cuando los bombardeos alemanes." Es hora pico y la ciudad está vacía. A la vista sólo queda el miedo colectivo y un profesor jubilado, al borde de la sordera, para quien el plan original de visitar a su padre anciano se vuelve imposible. Lodge encarrila ese cuadro de desolación sobre una de las vías que su literatura sostiene con más habilidad: el vitalismo.

La Argentina, país imaginado

martes, 5 de abril de 2011

Placebo, sin embargo, es menos un artefacto de ensayo formal que la exploración descriptiva de una angustia. Sobre la crisis de madurez de Becerra en la mitad de la vida, un hombre cuya “razón se ve a cada momento más empañada” mientras “una suerte de susceptibilidad extrema lo está atrapando lentamente”, resuena menos el eco vanguardista de Joyce que el de esos mismos escritores decimonónicos rusos que su madre –encerrada en un geriátrico– admira por haber pasado a la historia como los mejores investigadores del abismo de la tristeza.

El hondo dolor de lo inevitable