martes, 29 de marzo de 2011

Cuando el sol caiga y los visitantes comiencen a retirarse, van a volver a formar las filas de siempre. A prepararse para el conteo de rutina. La Unidad volverá a ser lo que es todos los días. ¿La energía del breve carnaval habrá dejado una huella que recuerde que hay otro mundo no tan lejos? No sé si a la pregunta le corresponde un tono optimista o profundamente cruel.

Huellas de un breve carnaval

lunes, 28 de marzo de 2011


–¿Qué diferencia le imprime a tu muestra el hecho de vivir en el exterior?
–Vivir fuera hace que a veces uno trate de desvincularse políticamente de la Argentina; sobre todo luego de tantas decepciones y traiciones, uno se arma su coraza y no se pregunta tanto. El enfrentarme con el pasado de mi país es como volver de cierta manera, no desvincularme del todo y empezar a aportar desde donde uno esté por esta lucha, que es de todo el pueblo argentino. En cuanto a la curaduría, el hacer la muestra principalmente para un público que no está tan empapado con la Argentina me obliga a explicar cosas que daba por sabidas y hacerlo más didáctico, lo cual también me enfrenta a nuevas preguntas.

El reclamo de Nunca Más se oirá en el centro histórico de México

lunes, 14 de marzo de 2011

¿Desde dónde escribe Asís? No desde el furor personal, sino desde la excepción. Pero no desde la excepción de quien carece de un lugar legítimamente cultural para despedir a Viñas —Asís no es un académico ni un crítico; es, en cambio, un escritor genial—, sino desde aquel a quien su lugar le ha sido arrebatado por aquella jerarquía académica a la que perteneció Viñas.

Dos despedidas para David Viñas
No sé cuántos homicidios argentinos fueron realizados con un «bate». Un «bate» es casi un objeto abstracto. «Un bate de baseball». Eso de lo que hemos escuchado gracias a la penetración cultural ha llegado al tardío imaginario criminal local. «Un bate de baseball».

Con el rudo golpe de un bate de baseball

viernes, 4 de marzo de 2011

La «crónica» entendida como género narrativo en el que una primera persona del singular presupone que ciertas destrezas técnicas —la recolección de datos— y ciertos protocolos constructores de verosimilitud —la recolección de descripciones espaciales— regulan y certifican su pertenencia a una aristocracia de la subjetividad es, al menos, una definición que los nuevos entornos tecnológicos obligan a revisar. ¿A qué me refiero con una aristocracia de la subjetividad? A la idea —que no deja de arraigarse en las jerarquías esclerosadas del #findelperiodismo— de que solo existe una minoría legítimamente capacitada para construir esos dispositivos textuales, pero no solo por el monopolio simbólico de ciertas herramientas técnicas —que sería lo de menos— sino por una pertenencia VIP al monopolio de una primera persona del singular adecuada para establecer y presentar bajo una subjetividad única un orden específico y adecuado del mundo.

Contra la aristocracia de la subjetividad
América, narrada por sus propios descubridores, y la Argentina en particular, narrada por caminantes propios y extranjeros –desde Alonso Carrió de la Vandera en el siglo XVIII hasta los ingleses del XIX– hicieron de la crónica una práctica narrativa siempre legítima y vigente, sin demasiado que envidiar a íconos como Hunter S. Thompson o Ryszard Kapuscinski. Con casos paradigmáticos como el de Rodolfo Walsh, fundador casi al unísono con el estadounidense Truman Capote del non fiction, y un corpus de autores contemporáneos ya consagrados, como Martín Caparrós, Leila Guerriero, Josefina Licitra o Cristian Alarcón, la crónica continúa multiplicándose en libros, talleres y publicaciones especializadas. Sin embargo, como dispositivo narrativo “para contar el mundo”, la crónica también enfrenta nuevos desafíos.

¿Qué lugar real tiene hoy la crónica dentro de los medios? ¿Por qué, a pesar del éxito del género, casi no hay espacio intermedio de publicación entre los sitios web gratuitos y los libros financiados por las grandes editoriales? ¿Hasta qué punto las redes sociales en Internet redefinieron la urgencia de una experiencia subjetiva única? ¿Qué perspectivas hay más allá del circuito cerrado de los talleres de escritura donde se la practica y de las instituciones periodísticas donde se la premia y legitima?


El viejo oficio de contar la vida
Yo mismo he tipeado algunos policiales en algún momento y cualquiera que haya tenido sus mínimos diálogos y encuentros —y hay que tener mucho estómago para un encuentro— sabe que este es un buen lugar donde decirlo, porque los policías no leen. La palabra escrita es una zona segura. Los policías no leen. Si lo hicieran, si supieran leer, estarían sobrecalificados para ser policías.

Cronistas y policías
A pesar de ciertas resistencias culturales, de inevitables barreras económicas y aun de un cierto desconocimiento sobre el tema, hoy la cultura libresca –como antes la cultura musical e inmediatamente después la cultura del cine y el video– vive una gran época de cambios respecto a sus modos de producción, circulación y consumo. “Su alma comienza a expandirse”, diría en pocas palabras Bob Dylan.

¿Llegó el momento de pasar la página?
“Nunca me interesó sacar fotos que dañaran a Charly”, cuenta Maxi, que también estuvo con su cámara cerca cuando García atravesaba los peores momentos y aquello de “demoler hoteles” no sólo era la letra de una canción. “Se sabe que García es poco afecto a las fotos, sin embargo, cuando me veía llegar, en cualquier circunstancia, sonreía y ordenaba: él sí, que pase”, recuerda Vernazza. Por eso también en las peores épocas Charly lo elegía para que fuera el único privilegiado en acceder a lo más íntimo de su entorno. “Yo lo llamaba en el verano, por ejemplo, y me decía que podía subir a hacerle fotos si esperaba dos horas, mientras componía o tocaba, y efectivamente, a las dos horas me dejaba pasar”, cuenta.

El rock star nacional ante la cámara indiscreta