lunes, 31 de enero de 2011

Katzenbach hace una breve pausa y sus ojos emiten cierto resplandor. “En última instancia, si lo pensás, es realmente fácil para mí describir algo como sacar un arma y dispararle a un reportero”, se ríe. “El verdadero desafío es describir qué está pensando el reportero cuando ve que saco el arma, qué pienso yo al hacerlo y en qué contexto psicológico ocurre este ataque. ¿Qué ocurre con esta persona que dispara? ¿Qué ocurre con esta persona a la cual le han disparado? El thriller psicológico permite identificarse más de cerca con los personajes. Esto no cambia en Corea, ni en Buenos Aires o Frankfurt. Stieg Larsson, por ejemplo, ubica sus historias en Escandinavia. Tiene una globalidad, una universalidad, en la que pueden identificarse muchos”.

John Katzenbach: los libros que asustan a la gente en el subte


En su libro, el fragmento escrito por King dice: “Ignoro si el novelista contemporáneo John Katzenbach es un solitario, pero su novela La guerra de Hart contiene algunos diálogos memorables por su mala calidad. Katzenbach es de esa clase de novelistas que exasperan a los profesores de escritura. Se trata de un narrador extraordinario, pero que se repite demasiado (defecto que tiene cura) y no tiene oído para el lenguaje oral (este dudo que lo tenga).” Aunque Katzenbach dice que nunca leyó el fragmento, también guarda algunos dardos contra su colega. “Hay ciertos escritores que son fenómenos y Stephen King es uno. Aunque a veces yo no puedo entender precisamente qué hay en su escritura para que la gente la encuentre tan atractiva”.

Katzenbach versus King

viernes, 28 de enero de 2011


“La F de fidelidad”, para hablar de su amistad con el filósofo Félix Guattari; “la H de historia”; “la T de tenis” –su deporte favorito–; “la W de Wittgenstein” –“catástrofe filosófica”, llama al austríaco–; o “la Z de zig-zag”, que usa para unirse con humor a una genealogía de pensadores signados por la Z –“Leibniz, Spinoza, Nietzsche… y por supuesto Deleuze”– pero también para recordar que “no hay universales, sino conjuntos de singularidades”.

El abecedario de Gilles Deleuze en Encuentro

lunes, 24 de enero de 2011

Mi impronta es antiglobalización. La globalización puede existir frente a una computadora, moviendo dinero aquí y allá, sin tener que ir a ningún lado, pero no deja de ser otra trampa que han encontrado para quitarles los derechos a todos. Los bancos, por ejemplo, han tomado todo el dinero que los estados les han dado con la excusa de la crisis, pero también lo han tomado antes. El año pasado hice en Francia una obra donde convertí a dólares todos los euros de mi presupuesto y los colgué de una cuerda como calcetines. Cuando terminó la exposición, los recogí. El dinero, así, no produjo  nada. Aunque cuando se usa para producir, son todavía los bancos los que ganan.

Gianni Motti: "En Italia y en toda Europa nunca hubo tanto racismo como ahora"

Los modos en que el ansia permanente de quienes sueñan con nuevas “tierras de oportunidades” se amolda a los caprichos nunca ingenuos de los controles inmigratorios es el tema principal de Carlos Garaicoa. En su instalación Welcome, las solicitudes para obtener la anhelada green card, que permite ingresar y trabajar en los Estados Unidos, se mezclan en un mismo espacio con un catálogo de diferentes insectos disecados, haciendo de lo natural un ámbito donde lo autóctono se mezcla de un modo ambiguo con lo indeseable.

Una necesaria reflexión sobre las fronteras y las migraciones

“Me cuesta pensarme en otros tipos de inserción más allá de lo que escribo. Yo no tengo mucha relación con nadie”, dice con cierto aire risueño y algún eco de confesión y de culpa. “Puede sonar un poco estúpido, pero es la verdad: soy tímido y no trabo muchas relaciones con la gente. Tampoco cuando hacía periodismo deportivo o cuando trabajaba en inmobiliarias”, dice. “Tal vez es porque me acuesto temprano y la gente hace esas cosas de noche tarde, no lo sé.” La literatura, en todo caso, parece ser para Kohan una red casi absoluta. “Mis intervenciones a partir de los textos me interesan; distinto es el compromiso personal, me cuesta muchísimo porque requiere algunas virtudes de las que carezco. Por ejemplo: la capacidad de relacionarme personalmente.”

Martín Kohan: el pasado político como materia de creación

domingo, 23 de enero de 2011


I
Paolo el Rockero está vivo y felizmente radicado en YouTube. No es un destino extraño para una figura abandonada por su época. En ese Hades digital para las almas perdidas del humor también habitan glorias norteamericanas como Pee-Wee Herman y otras más autóctonas como Mac Phantom. Pero el caso de Paolo el Rockero tiene varias particularidades.
En principio –no hay que temer demasiado castigo divino al decirlo de un modo borgeano– está el problema del tiempo. Juan Verdaguer, por ejemplo, vivió su carrera como humorista en los años cincuenta y sesenta. Nadie podría dudarlo. Alberto Olmedo y Jorge Porcel lo hicieron durante los setenta. El propio Mac Phantom surfeó el éxito de su vieja ola de sonidos en los ochenta. Con Paolo el Rockero, en cambio, la cuestión es más compleja. Como esos personajes de Kafka o Walser, Paolo el Rockero siempre representó el horror de un sujeto perdido en su época. Paolo siempre fue literalmente extemporal. Un ser atrapado en medio de etapas históricas inconexas.

II
A veces la democracia regresa demasiado tarde y tu personaje loooco, loooco de café concert se convierte en un manifiesto tardío de la cultura cannabis, el libertinaje del rock y el espíritu pacifista del hippismo. A veces te convertís en el primer abanderado cultural de las drogas recreativas –y bajo esa vanguardia humorística argentina conocés a Charly García, que ya se curó, y a Pappo Napolitano, que ya se mató– y veinte años más tarde terminás una temporada en el hospital neuropsiquiátrico José Tiburcio Borda, loooco, loooco. En el medio hubo un vórtex temporal que te devoró, como en los cuentos de Lovecraft. El cannabis ya se puede consumir en privado, los rockeros son magnates y los pacifistas; bueno, nadie sabe muy bien qué pasó con ellos. ¿Cuál es tu nombre? ¿Eras ese personaje satélite de algunos capocómicos que hoy tienen olor a naftalina?


viernes, 14 de enero de 2011


Es una guerra de guerrilla la que tenés con la neurosis: le vas peleando metro a metro y sabés que donde diste un paso atrás, avanzó.

Una frase de Kohan que vibró en mi cerebro toda la semana.
#diván

miércoles, 12 de enero de 2011


Obsolecencia programada
Documental
52 minutos
El «crimen del siglo» ya pasó. Y fue hace dos años. No se sientan afligidos. Los «crímenes del siglo» tienen que ser exactamente así. Tan sutiles y refinados que cualquiera tarde al menos setecientos treinta días en percibirlos. Así que no se sientan mal si no se enteraron antes. De lo contrario, toda esa lógica mediática que quiere convencerlos de que «la única noticia es la de hoy» se desmoronaría y cometer verdaderos crímenes sería casi imposible. Ustedes estarían demasiado alerta y George Harrison no habría podido escribir una canción interesante como Brainwashed.

El crimen del siglo

domingo, 9 de enero de 2011

Medida por el arco de convulsiones políticas y culturales entre la crisis de 2001 y el año del Bicentenario, la primera década del siglo XXI es un marco útil para entender las inquietudes de una generación con un bagaje histórico propio. ¿Esa experiencia ha constituido una generación literaria propia en lo que va del nuevo siglo? Con una adolescencia traspasada por los '90 y una juventud que vio cómo ese mismo imaginario colapsaba, esta nueva generación tiene ya autores consolidados. Juan Diego Incardona (Villa Celina, 1971) y su rescate del imaginario popular peronista; Juan Terranova (Buenos Aires, 1975) y su trabajo sobre cómo los nuevos medios alteran las formas en que se concibe la realidad; Washington Cucurto (Quilmes, 1973) y su estetización del marginal como sujeto social que irrumpe entre los despojos del neoliberalismo, son autores de una obra, en todos los sentidos, significativa. Durante 2010, sin embargo, de la mano de proyectos autogestionados y editoriales independientes surgieron otras voces a tener en cuenta.

Literatura que tiene las marcas de la última década